Hoy me he vuelto a sentir gilipollas. Es un sentimiento que se me hace familiar. El echar de menos a alguien y forzar tenerlo en tu vida. Él se debe de pensar que soy idiota, mientras lee la conversación tumbado junto a su seguramente nueva novia, sin comentarle que quizás a veces le escribe a su ex para preguntarle por otorrinos. Piénsalo así, yo. Ayer hablabas con tu mejor amigo, y de repente ha muerto. Ya está, no puedes hacer nada, se acabó. Nadie puede hablar con otra persona si ha muerto. A ver, se puede, pero no te va a contestar, porque esa persona ya no existe. Así debería de pensar yo en el concepto de Él. Pero, oye, que lo mejor de todo es que no lo está. Él sigue viviendo, tranquilos, que no cunda el pánico. Pero ya no está contigo, sigue su vida en otra línea. ¿Más tranquila, menos dramas, menos pesadez de un luto infumable? Sabes que estas conversaciones ya las has tenido con otros chicos y sabes como acaban: en que te aparece otra persona y deja de tener sentido seguir actualizando la conversación en telegram. O siquiera guardarla. La cosa es que cuando Él “murió”, algo en mí también lo hizo. La sensación de ser correspondida en el amor. De dar el corazón a alguien. De ser vulnerable. De tener ilusión por un algo con alguien. Ha pasado casi un año (no sé ni cómo ni cuando, si hace nada estaba en mi cuarto de Sevilla) y me da por pensar en el camión cisterna lleno de lágrimas que he derramado por Él desde ese 15 de abril. De cómo frases como “espero que te vaya bien en la vida”, “para qué alargar más esto”, “yo: ¿de verdad que no existo en ninguna ecuación futura contigo? Él: No” (Qué pathetic soy, si es que me dejo aplastar como una mosca) se me amontonan en la sien izquierda, y las comparo con el último mensaje que le he enviado hoy de un vídeo de un señor que ha hecho probablemente la tortilla más líquida y salada de la historia de TikTok. Porque me pasó con X, con Y, con Z, con CarrotCake. Uf, CarrotCake, debe ser buen trauma, porque no recuerdo nada de él. Pero si, que vuelves a hablar y parece que todo es jiji jaja, y en el fondo tiene menos sentido que esperar a que un muerto vuelva a la vida. No sé cómo se ama después de él. Ni cómo se vuelve a querer cuidar de alguien. A decir te quiero de corazón. No sé ya hablar con nadie más de un día seguido sin agobiarme, sin pensar que está mal. Que sí, que el tiempo todo lo cura. Que esta muy bien eso. Pero a veces no pensamos que las cosas dejan huella. Igual que el corte que me hice el dos de febrero, y que sigo teniendo la cicatriz ahí presente. Hasta las más mínimas cicatrices de cortes en los dedos que demuestran las veces que me hice daño por subnormal abriendo o cortando algo. No me arrepiento de estar donde estoy ni de lo que ha pasado, el desarrollo de personaje ha sido un 10 redondo. Pero sí me gustaría, sabiendo lo que sé que pasa cuando el amor pasa, cuando el interés pasa… que de verdad sea consciente de que va a pasar y no aferrarme a este sentimiento de tristeza. Pero la persona no aparece, y yo no sé pasar sin más. Solo seguir sin mirar, sin pensar, sin sentir. Existir. Y así, señores, es como se desarrolla un año volando, y no te das ni cuenta. La vida sigue, tú no eres capaz de hablar con un hombre o de sentir atracción por uno sin la sensación de culpabilidad de “no debería sentir nada” aún estando soltera. La gente de tu alrededor ha pasado de no tener curro de lo suyo y ser un picaflor a creer que con 27-28 años es buen momento para hipotecarse y tener hijos. Y mientras tú, con casi 28, crees que tu mayor hit de este año va a ser mudarte tú sola a un piso cutre que va a suponer el 50% o más de tu sueldo, porque te da vergüenza seguir viviendo con tus padres. Volviendo al tema principal Hoy he vuelto a llorar después de mucho tiempo. Y mi último mensaje con Él, vuelvo a repetir, ha sido: ya ves jajajaja, al vídeo de la tortilla. Creo que es un buen mensaje final, ¿no? Nadie se va arrepentido de la vida de alguien si ha sido amable una última vez. Al menos me quedo con ese sentimiento.